Una familia caracterizada por la tragedia
Kierkegaard nació en el seno de una familia acaudalada y bien posicionada socialmente en Copenhage. Sin embargo, las riquezas no impidieron que la tragedia persiguiera a todos los miembros de esta familia.
Michael Pedersen Kierkegaard, era viudo cuando comenzó su amorío con Ana Srensdatter, que en ese momento era su ama de llaves. Pedersen era un hombre increíblemente religioso, por lo que en cuando su amante quedó embarazada se casó con ella, con la que tendría 7 hijos. Sin embargo, el pecado ya se había cometido, y Pedersen vivió el resto de su vida convencido de que tanto él como toda su descendencia estaba condenada a la ira de Dios, ya que había consumado la relación antes del matrimonio. Pensaba que sus pecados perseguirían a sus hijos, declarando que ninguno de ellos conseguiría vivir más allá de los 33 años, al igual que Jesucristo.
El ambiente en la familia de los Kierkegaard era, pues, opresivamente religioso, con la sensación de tener que hacer penitencia por los pecados de sus padres. Y lo cierto es que, ya fuera por la ira de Dios, o por baja calidad de vida de la época, solo 2 de los niños Kierkegaard consiguieron llegar a la vida adulta. Uno de ellos se convertiría en el padre del existencialismo, y el otro, Peter Kierkegaard, se dedicó a la política. Como no podía ser de otro modo, la vida de ambos estuvo profundamente ligada a la teología y la práctica religiosa.
A pesar de la rigurosidad de su padre, Søren Kierkegaard estaba muy unido a él. Ambos tenían una serie de juegos y ejercicios que realizaban juntos para explorar la imaginación. El 9 de agosto de 1838, cuando Søren tenía 26 años, Michael Pedersen Kierkegaard falleció, dejando a sus hijos una considerable fortuna y una promesa que cumplir.
«Mi padre murió el miércoles. Había deseado mucho que viviera unos pocos años más y veo su muerte como el último de los sacrificios que hizo por mí; …murió por mí con el fin de que, de ser posible, pueda convertirme todavía en algo. De todo lo que he heredado de él, su recuerdo, su transfigurado retrato… es lo más preciado para mí, y tendré mucho cuidado de preservar su memoria escondida a salvo del mundo».
El amor perdido fue su mayor musa
Tan solo un año antes del fallecimiento de su padre y de la promesa que cambiaría el curso de su vida, Søren Kierkegaard había conocido a Regine Olsen, de la que se enamoró al instante. Todo parecía ir sobre ruedas, porque a diferencia de otros grandes filósofos que sufrieron las cuitas del desamor, el enamoramiento de Kierkegaard era correspondido. El compromiso entre los dos fue rápidamente formalizado y Kierkegaard escribiría largos pasajes en su diario sobre la belleza de su amada y su profunda admiración hacia ella.
Sin embargo, Kierkegaard empezaría a dudar sobre el matrimonio poco después del fallecimiento de su padre. Y es que antes de morir, este había pedido como último deseo a Kierkegaard que consagrara su vida a la fe. La promesa a su padre, así como la vida religiosa en la que había crecido comenzaron a tomar más importancia que su amor hacia Regine, por lo que, temeroso de que la vida matrimonial le impidiera cumplir la promesa a su padre de la manera adecuada, decidió romper el compromiso. Regine, que estaba profundamente enamorada, quedó desolada, y nunca terminaría de perdonar a Kierkegaard. Poco después rehízo su vida, un tiempo después casándose con Johan Frederik Schlegel y mudándose a las Islas Occidentales Danesas, donde su marido sería gobernador.
De lo que no hay duda es que la ruptura del compromiso afectó mucho a Kierkegaard, que dedicaría una gran parte de su obra a reflexionar sobre el amor y el desamor, declarando que la mejor inspiración para cualquier poeta o escritor lírico era tener un amor frustrado y el corazón roto.
«Creo que habría de poseer la belleza de todas las chicas para poder dibujar una belleza igual a la tuya; que habría de navegar alrededor del mundo entero para poder encontrar el lugar que me falta y hacia el que apunta el más profundo misterio de mi completo ser, y al momento siguiente estás tan cerca de mí, llenando mi espíritu tan poderosamente que me glorifico y siento que es bueno estar aquí.»
Kierkegaard, el filósofo de la angustia
Las primeras obras de Kierkegaard, publicadas principalmente en sus años universitarios, se centran en el estudio y la crítica del pensamiento de Hegel, en las que reflexiona sobre los pensamientos y emociones que acompañan a un individuo cuando se enfrenta a la adversidad. También dedica una de sus primeras obras a su amor frustrado por Regina, al sentimiento de culpa por sus actos y al sufrimiento en el que vive.
Como teólogo, escribe duras críticas sobre la religión, especialmente la hipocresía de la iglesia. Defiende una práctica religiosa más personal que permita mayor diversidad y crecimiento individual, alejado de las masas y la decadencia del cristianismo, que según él había perdido el camino de la fe cristiana original. Pero sin duda el tema central de Kierkegaard es la angustia, a la que considera inevitable. Según el padre del existencialismo, llegamos a este mundo para enfrentarnos a una serie de imponderables, a acontecimientos que no seremos capaces de controlar. Toda nuestra vida será una sucesión de decisiones, en las que tendremos que rechazar un futuro para aceptar otro, pero incluso entonces habrá cosas que se escaparán de nuestro control.
Por lo que viviremos continuamente en un estado de angustia por lo que dejamos atrás, por las rutas del destino que hemos decidido no seguir y por aquellas que nos son alejadas por los imponderables. Pero esta filosofía de la angustia es el precio de la libertad. La libertad de decidir, de dar un salto, de dejar atrás unas opciones y avanzar hacia otras, incluso sin saber si serán las acertadas o desembocarán en una vida de mayor sufrimiento y soledad. Dado que vivimos en un mundo que no podemos controlar, lo único que podemos hacer es controlar nuestras decisiones, buscar la libertad mediante nuestros actos, pero siempre conscientes de que la angustia será una acompañante inevitable en nuestro viaje.
El existencialismo de Kierkegaard
Kierkegard es uno de los principales filósofos del existencialismo, ya que defiende que la mayor característica del ser humano y su paso por el mundo es la subjetividad con la que cada uno experimenta su propia vida. Esto va acompañado por un rechazo hacia los valores y verdades absolutas, ya que cada individuo debe tener la suficiente autonomía para crear sus propios valores personales.
Así, la existencia de cada persona se irá creando en base a sus decisiones personales, que irán configurando la vida y la personalidad de cada individuo. Esto entra en conflicto con Dios, que con su silencio nos condena a la incertidumbre, un peso sobre nuestras cabezas que a veces nos impedirá realizar nuestras elecciones con libertad suficiente.
«Si te casas lo lamentarás. Si no te casas, también lo lamentarás»
Podemos ver que su pensamiento y la creación del existencialismo de Kierkegaard está enormemente ligado a su propia experiencia personal, una vida de indecisiones y de arrepentimientos por las decisiones que tomó o dejó de tomar influido por aquello que se consideraba correcto o moral en vez de sus propios deseos o pensamientos. Propone que el único camino hacia la salvación divina es la autenticidad, la autonomía de decidir por uno mismo en base a lo que cada uno considere correcto. La conciencia personal, más que las normas religiosas son las que deben guiar el camino de cada persona.
El legado de Kierkegaard
Después de una vida de indecisión y angustia Kierkegaard fallece el 11 de noviembre de 1855, con 42 años, superando solo por 9 años el presagio de su padre, que creía que todos sus hijos estaban condenados a morir a los 33. No está muy clara la causa de su muerte, pero nunca había gozado de buena salud, y pasó sus últimos años en un estado de invalidez. Sin embargo, en su corta vida le dio tiempo de crearse un nombre, que no ha sido olvidado, ya que se pueden seguir las aportaciones de su pensamiento incluso hasta la actualidad.
Fue uno de los precursores del existencialismo, corriente filosófica que luego seguirían otros filósofos como Nietzsche, Dostoievski y Jean-Paul Sartre. Sus concepciones sobre la angustia, la desesperación y la importancia del individuo fueron el punto de partida para otros tantos filósofos y pensadores que le siguieron; y aún hoy le encontramos mencionado a pie de página en libros y artículos de pensadores contemporáneos, demostrando que su legado está lejos de caer en el olvido.
Como enseñanza personal, podemos pellizcar algunos buenos consejos entre las frases de Kierkegaard, como la idea de que nuestra existencia se va formando a base de nuestras propias decisiones, y que la angustia y el sufrimiento forman parte de la vida. La libertad de uno mismo irá siempre de la mano de la toma de decisiones, y cualquier elección irá acompañada del sufrimiento de dejar algo atrás, por lo que para convertirnos en nuestro auténtico ser tenemos que abrazar la angustia, así como la libertad.
«La angustia es el vértigo de la libertad.»