Parece que las palabras Sócrates y muerte van invariablemente unidas en la historia de la filosofía, y es que la muerte de Sócrates, o más vien su vida, marcaron un antes y un después en el desarrollo del pensamiento tal y como lo conocemos hoy en día. Padre de la ética, sus enseñanzas siguen vigentes aún hoy, más de 2000 años después de su injusta muerte.
*Actualizada a fecha de 30/05/2023
Condena a muerte
Antes de nada, pongámonos en situación y recordemos las palabras de Sócrates en su discurso ante el tribunal que lo juzgaba:
“Si me dijerais: ‘Te absolvemos, pero con la condición de que dejes los diálogos examinatorios y el filosofar. Si eres sorprendido practicando eso, morirás’. Yo os respondería: ‘Os estimo atenienses, pero obedeceré a los Dioses antes que a vosotros. Mientras tenga aliento y pueda, no cesaré de filosofar, de exhortar y de hacer demostraciones a todo aquel de vosotros con quien me tope. Pues eso es lo que ordena Dios’. Atenienses, tened presente que yo no puedo obrar de otro modo ni aunque me impongan mil penas de muerte. Absolvedme o no me absolváis.”
La muerta de Sócrates sigue recordándose hoy en día, miles de años después, no solo por la muestra de valentía y coherencia que supuso -que también-, sino porque marcó el inicio de la sistematización del pensamiento de la Grecia clásica. Sócrates fue el primer filósofo que centró sus estudios en la Ética y el estudio interior del ser humano: la moral, el deber y las reglas del buen vivir. Cumplió su sentencia con la cabeza muy alta, pues pensaba que las leyes, justas o injustas, estaban para cumplirlas y que el deber de todo ciudadano decente era el plegarse a ellas.
Los enemigos del método Socrático
¿Cuál era el que, todavía hoy, conocemos como “Método Socrático”? La Mayéutica, el sistema inventado por nuestro protagonista para “dar a luz” la sabiduría, que consistía básicamente en una sucesión interminable de preguntas que terminaban por desarmar a sus interlocutores y sus argumentaciones.
De este modo, los propios preguntados acababan tomando conciencia de su propia ignorancia, volviendo a la senda del conocimiento que tanto valoraba Sócrates. El problema es que esta metodología hacía dudar a todos los que caían en las redes o se cruzaban con el maestro, y eso es algo que nunca han querido los poderosos: quien duda de todo difícilmente puede ser controlado.
Las posturas de Sócrates hacia el estado o la religión le granjearon el odio de mucha gente, y no era el único motivo personal que había contra el maestro ateniense. El tirano Critias, que había sido discípulo suyo, acabó enfrentado a Sócrates cuando llegó al poder (el gobierno pro-espartano de los Treinta Tiranos, entre los que destacaban Critias y Terámenes, gobernó Atenas tras la guerra del Peloponeso, y pese a que fue breve, supuso la muerte del 5% de la población de la polis, la confiscación de propiedades y el exilio de cientos de ciudadanos). También uno de sus querellantes, Anito, sentía profundo odio por él, debido a que su propio hijo se puso del lado del maestro y acabó pocos años después muriendo alcoholizado.
Juicio y muerte de Sócrates
Tampoco es que ayudara, como hemos visto, el comportamiento altanero de Sócrates en el propio juicio, acusado de haberse mostrado contrario a los dioses griegos y haber corrompido a los jóvenes de la polis. No trató de reducir su pena, ni de llegar a ningún tipo de acuerdo. También se negó a huir, pese a que sus influencias le hubieran permitido hacerlo. Optó, por el contrario por hacer una reivindicación de lo que había sido su vida y cumplió con la ley que le obligaba a suicidarse.
Murió en el año 399aC, a los 71 años, tras beberse el vaso de cicuta, veneno que se usaba desde el antiguo Egipto para ejecutar a reos y que producía una muerte abominable: excitación del sistema nervioso central, neuralgias, alucinaciones y convulsiones, seguidos de una parálisis progresiva que terminaba alcanzando a los músculos respiratorios, de modo que el afectado moría de asfixia mientras su conciencia se mantenía plena.
Pero, según el relato de Platón en Fedón, que no estuvo presente pero sí sus compañeros, discípulos también de Sócrates, ese no fue el caso de Sócrates, que murió tranquilamente. Ante la falta de descripción de los violentos síntomas de la cicuta en Sócrates, no son pocos los que piensan que quizá el sabio griego tomó el veneno mezclado con algún tipo de opioide (como la adormidera) de manera que el final fuera más llevadero.
El legado de Sócrates
De lo que no queda duda es de que la vida y la muerte de este griego, que dudaba de todo y se trataba a sí mismo “como ningún siervo quería ser tratado” marcaron como pocos el futuro de Grecia, y por ende, de todo Occidente. Su valor como maestro y el peso que sus mismos discípulos (Platón, Antístenes, Aristipo, etc) tuvo sobre los filósofos posteriores (Aristóteles, Zenón o Diógenes) y sus corrientes (hedonismo, epicureísmo, aristotelismo, estoicismo, escepticismo, platonismo, etc) lo convierten en el primer eslabón de una cadena que terminaría cambiando profundamente el mundo y nuestro conocimiento sobre él, razón por la que su figura sigue hoy, miles de años después, siendo reivindicada como una de las más importantes de la historia.
Y para ello nada mejor que lanzarnos a la lectura de La muerte de Sócrates, en manga, de Jun Matsuura (con quien ¡ATENCIÓN! publicaremos la próxima semana una entrevista al respecto). En esta obra los lectores de todas las edades, de todos los contextos sociales y de todos los gustos literarios podrán acercarse a la vida de este hombre que se convirtió, probablemente sin proponérselo, en la semilla de la que daría fruto la mayor parte del pensamiento de nuestra civilización y descubrir los pormenores de cómo murió. Si ése no es un buen motivo para conocer e interesarse por un personaje histórico, que vengan los dioses y lo vean. ¡También puedes leerlo en catalán!