Antes de nada, como en cualquier reflexión filosófica, hemos de hacernos varias preguntas previas respecto al tema a tratar, de manera que sepamos qué es aquello que queremos analizar. En el caso de la guerra, ¿cómo la definiríamos?, ¿han variado a la largo de la historia?, ¿existen guerras justas?, ¿es posible un mundo sin ellas?, ¿cuál es el fin que persiguen?
«La guerra es el estado natural del hombre» – Aturo Pérez-Reverte
La guerra suele definirse como la ruptura del estatus social por medio de la fuerza. El resquebrajamiento de las normas sociales de transacción y diálogo que ésta conlleva. Y es que, aunque sea difícil de entender para muchos, la guerra es una de las características principales de la civilización. Es siempre política. Como sostenía el filósofo español Gustavo Bueno, contraponer guerra y paz como salvaje y civilizado, es un error. No existen guerras como tales en la naturaleza. Es un fenómeno profundamente humano íntimamente relacionado con lo que somos y el desarrollo que, como especie, hemos logrado alcanzar. La guerra es un proceso brutal y peligroso pero que forma parte de nuestra especie
«Todas las guerras son santas. Os desafio a que encontréis un beligerante que no crea tener al cielo de su parte» – Jean Anouilh.
Desde los orígenes de la humanidad a la formación de nuestros estados, hemos cambiado, y también lo ha hecho el modo en que nos enfrentamos entre nosotros. Conforme han pasado los siglos, se han añadido nuevas armas, nuevas estrategias, y hemos alcanzado, con ellas, nuevos niveles de destrucción y barbarie. En este sentido el siglo XX, con la I, y sobretodo, la II Guerra Mundial (10 y 60 millones de muertos, respectivamente), representan un punto de inflexión. Por vez primera, unos conflictos hicieron temer a la humanidad entera por su propia y total autodestrucción. Desde entonces han seguido existiendo guerras, pero enfocadas las mismas de un modo diferente, despojadas de cualquier atisbo de virtud y con una mayor prudencia en lo relativo a ellas por parte de los gobernantes que las ponen en marcha.
Con la llegada de las armas nucleares, la humanidad –toda la humanidad- tuvo la certeza de que el próximo gran enfrentamiento podía, literalmente, acabar con la vida en el planeta Tierra. Y su consecuencia directa, la Guerra Fría, se convirtió en un fenómeno curioso, una calma tensa en la que el miedo a un apocalipsis nuclear mantuvo al mundo en un largo periodo de relativa paz, que es, por otra parte, (tal y como dijeron cabezas de tanto renombre como Aristóteles o Cervantes) el objetivo de la guerra. La paz no es otra cosa que el orden establecido por las victorias en las guerras.
«Las armas tienen por objeto y fin la paz, que es el mayor bien que los hombres pueden desear en la vida» – Miguel de Cervantes.
Desde entonces los conflictos se han seguido sucediendo, pero enfocando su violencia de otra manera, tratando de hacer un uso más proporcional y selectivo de la fuerza, pese a las obvias dificultades que supone alcanzar el mismo.
Desde el punto de vista de la filosofía, la guerra es un tema de carácter práctico que han intentado estudiar decenas de pensadores (sin contar los historiadores, literatos, artistas o poetas). La gran obra de referencia filosófica sobre el tema es ‘De la guerra’, del militar alemán Karl von Clausewitz (que podéis encontrar en versión manga en La otra h), que identifica la misma como una continuación de la política.
«El supremo arte de la guerra es vencer al enemigo sin luchar» – Sun Tzu
Otros pensadores que se interesaron por el tema fueron Sun Tzu, que se adentró en la misma en su ‘Arte de la guerra’, desde un punto de vista científico y con ciertos rasgos de la filosofía de otro gran pensador contemporáneo a él: Confucio. Otras obras de renombre acerca del tema son ‘El rostro de la batalla’, de John Keegan; ‘El libro de los 5 anillos’ de Miyamoto Musashi; ‘Compendio de ética militar’, de Vegecio; ‘Strategikon’, del emperador bizantino Mauricio I, o ‘La vuelta a la caverna: terrorismo, guerra y globalización’ de Gustavo Bueno. También otros han acercado su mirada a los conflictos armados (Montesquieu, Maquiavelo, Francisco de Vitoria), si bien son más parciales, alejados de la realidad o referentes al derecho y la legislación.
Lo que parece innegable es que la guerra parece ser un fenómeno consustancial al ser humano. Han ocurrido durante siglos y siglos y las referencias a las mismas han sido constantes todas las disciplinas y artes. Por eso, resulta algo chocante o ingenuo algunas visiones idealistas, como la de la paz perpetua. La guerra es tan natural a nuestras sociedades como la violencia lo es a nosotros como individuos. En mayor o menor medida, parece que siempre estará presente.
gran articulo
En la versión de pc no es posible leerlo bien. Arreglen la página.
Hola Jeffereson, upps! había una pequeña desconfiguración, pero ya está solventada. ¡Gracias por notificarlo!