Hay ciertas historias que todo lector que se precie no puede perderse y una de ellas es la que hoy nos ocupa -obra cumbre del escritor norteamericano, Hermann Melville–, que nos relata la obsesión homicida del capitán Ahab en su persecución de la ballena blanca, Moby Dick.
Lo cierto es que tenemos la suerte de poder enfrentarnos a la obra de Melville desde cualquier formato, ya sea la novela original (publicada en 1851), el delicioso manga de la otra h (cuyas primeras páginas podéis leer aquí), o la película de 1956, dirigida por John Houston.
Elijamos la opción que elijamos podremos disfrutar de la emocionante historia que enfrenta al capitán Ahab y su tripulación del ballenero Pequod, en su obsesiva búsqueda para dar muerte a la ballena asesina, Moby Dick, el cachalote blanco que le arrancó la pierna, sumiéndole en la locura.
Pese a su temática naviera, la novela supone un profundo análisis del concepto del mal: Por un lado, Ahab representa el fanatismo absurdo y egoísta, capaz de todo con tal de cumplir su objetivo. Poco importa para él perder la vida –y lo que es aún peor, la de todos los que le rodean- siempre y cuando consiga cumplir con el propósito que guía su vida: ver muerta a Moby Dick, objeto de su odio irracional. Por el otro, la figura de la ballena blanca, la fuerza destructora de la naturaleza, imparable y mortal, que siembra de cadáveres y dolor todo aquello que se pone en su camino.
El enfoque de los diferentes formatos difiere en lo que respecta a la obra, así que si lo que nos interesa es la narración pura y dura, nos deberíamos decantar por la película de Houston o el manga de la otra h. Estos dos formatos se centran más en el desarrollo mismo de la historia, con un argumento más fluido y lúdico. El libro original, sin embargo, supone una inmersión en la que era la vida de los balleneros de Nantucket del siglo XIX, con multitud de detalles marineros.
Como curiosidad, la película de Houston fue una de los mejores papeles del galardonado Gregory Peck (siempre recordado por su papel de Atticus Finche en Matar a un ruiseñor, que le valió un Óscar) y su guión estuvo a cargo de Ray Bradbury, autor, entre otras, de escalofriante distopía de Farenheit 451.
Un libro, película y cómic, imprescindible. Perfecto para rellenar las horas de asueto en estas vacaciones y que, cuando esté en la playa mirando al mar, les vengan a la mente esas palabras que ya son un clásico: “Pueden llamarme Ismael”.