Ya comentamos en el anterior artículo acerca de “El paraíso perdido” la peculiar historia de la mente de la cual surgió la obra, John Milton. Por ello, hemos querido dedicar este texto a la vida y carácter del escritor inglés, uno de los más famosos de la literatura universal.
Una biografía apasionante
Milton nació en Londres, el 9 de diciembre de 1608. Dotado de una gran inteligencia, ya en sus primeros años mostró buenas aptitudes para el estudio, especialmente en lo que se refiere al dominio de las lenguas clásicas. Fue admitido en el King´s College de Cambridge, donde llamó la atención tanto de profesores como de alumnos, y no siempre dejando buenas sensaciones. Entre los primeros, Milton era considerado un joven iracundo, rebelde y discutidor, que tendría sus más y sus menos con sus maestros. Y similar suerte corrió con sus compañeros a quienes consideraba poco menos que unos imbéciles mediocres.
Milton, dotado de gran inteligencia y con un estricto código de conducta, sentía que era mejor y más listo que quienes le rodeaban, lo que le granjeó el odio de sus compañeros. Tampoco ayudó su aspecto afeminado, lo que terminó por marginarle en esa etapa de su vida.
Milton, dotado de gran inteligencia, sentía que era mejor y más listo que quienes le rodeaban
El joven odiaba el tipo de enseñanza de su época, basada en la memorización pura y dura, por lo que decidió hacerse cargo del avance de su propia educación, de manera que leyó y estudió a las grandes figuras de la teología, la filosofía, la política, la ciencia y la literatura tanto de su época como de las anteriores. Además, gracias a su facilidad con los idiomas, siguió aprendiendo nuevas lenguas, hasta dominar el latín, el griego, el hebreo, el español, el alemán, el francés, el italiano, el holandés e, incluso, el inglés antiguo. Milton fue, probablemente, una de los figuras más cultas e instruidas de su tiempo.
Pero eso no significa que toda su vida se basara en la lectura y la escritura. Se casó (en el primero de sus tres matrimonios) con Mary Powell, una joven de familia monárquica quien, poco tiempo después, lo abandonaría debido a su inestable carácter. Esto desató en el escritor algunas de sus facetas más polémicas, como la misoginia y la defensa del divorcio.
Como no podía ser de otra manera, sus escritos al respecto despertaron oleadas de críticas tanto entre los círculos políticos como entre las élites religiosas, lo que haría que naciera en él otro deseo adelantado a su tiempo: la libertad de expresión.
Lo cierto es que esas posiciones exaltadas parecen más producto de su ánimo herido que una postura firme, y la prueba es que abandonó las mismas en 1645, cuando él y Mary se reconciliaron. Algo que coincidió con momentos de creciente tensión en el país, pues los conflictos entre el rey Carlos I y el parlamento no tardarían en desembocar en la guerra civil inglesa. Suceso que también tendría fuerte impacto en su familia, al ser él un ardiente republicano y su familia política fuertemente monárquica.
Acabada la guerra y con Carlos I ejecutado, tomaría el poder en el país Oliver Cromwell, como lord protector de la Mancomunidad de Inglaterra (Commonwealth). Milton pasaría a la política activa, convirtiéndose en una figura importante como ministro de lenguas.
Allí estableció como labor principal la defensa del nuevo régimen, atacando con ferocidad a sus enemigos con el arma que mejor dominaba: la palabra. Desde su posición apostó por medidas tan extremas como el regicidio, algo que Milton consideraba del todo legítimo: puesto que el rey obtiene el poder del pueblo, es lícito que éste pueda destituirlo, encarcelarlo o matarlo, llegado el caso, por sus malas acciones.
Es en ese momento de éxito que todo se tiñe de negro para él, tanto literal como figuradamente. Enfermo de glaucoma, Milton se quedará ciego en 1652, lo que afectaría a sus rentas, y muy poco después verá morir a su esposa y su primer hijo varón, John.
Pese al dolor, Milton continua con su vida. Tanto es así, que dos años después vuelve a contraer matrimonio con Katherine Woodcock. La desgracia, sin embargo, se niega a abandonarlo a él y a quienes le rodean. Pocos años después moriría Katherine, y con ella, la primera hija del matrimonio. Y, por si fuera poco, fallece también Cromwell, lo que será el primer paso para el fin de la república.
Milton se quedó completamente ciego en 1652, lo que no le impidió continuar trabajando
Con la restauración monárquica, Milton es consciente de que ha de ocultarse y mantenerse todo lo posible fuera de los focos y la atención pública. No es posible. Fue detenido y condenado por su papel como propagandista, si bien pasará poco tiempo en prisión gracias a algunos amigos influyentes.
En 1663, Milton vuelve a pasar por el altar, en esta ocasión junto a Elizabeth Minshull, de 24 años, lo que le traerá problemas con sus hijas de anteriores matrimonios con las cuales las relaciones eran ya tirantes.
Es en esos años que Milton termina su gran obra maestra, El paraíso perdido. Fue publicado inicialmente en 1870, convirtiéndose en un éxito inmediato que lo catapultaría a la fama para siempre. Algo que dice mucho de su genio, pues el gigantesco poema lo fue fraguando noche tras noche en su mente, para recitárselo a sus asistentes durante el día y que lo transcribieran.
No viviría mucho más. Milton, fallecía en 1674, víctima de un fallo renal y, pese a las polémicas de toda su vida, nadie discutió su calidad artística. Hoy, de hecho, hay un monumento en su honor en Westminster en el conocido Rincón de los poetas.
El hombre detrás de la obra
Lo cierto es que Milton debía ser una persona de trato no siempre fácil, como reflejan sus escritos. Era un ser orgulloso, soberbio, lleno de talento y excepcionalmente individualista. Milton sentía un profundo afecto por la libertad personal y una sincera repugnancia por aquellos que trataran de coartarla.
Ferviente puritano, su estricto código moral chocó a menudo con la mentalidad de su época. Continuas fueron sus críticas tanto hacia los anglicanos como los católicos (especialmente sus dirigentes), lo mismo que su defensa de ideas, consideradas heréticas en muchos casos: negación de la santísima trinidad, bautismo infantil y el matrimonio eclesiástico; por no mencionar los ya citados: divorcio y regicidio.
Es posible que muchos de los ataques hacia su persona hayan sido exagerados por la historia, pero parece claro que Milton era un hombre genuinamente frío y difícil en el trato, incluso para su familia cercana. Nunca se preocupó por las necesidades emocionales y educativas de sus hijas, las cuáles, ya antes de su último matrimonio, trataban de evitarlo, al considerar que no eran para él más que ayudantes y asistentes de las que se valía para soportar su ceguera y funcionar en el día a día.
No obstante, nadie discute el valor de su trabajo literario, siendo considerado una de las más grandes plumas de la historia de Inglaterra y la cultura universal, y su obra, un clásico absoluto.
Su labor poética tuvo una inmensa influencia (especialmente durante el romanticismo, con seguidores como William Blake, Woodsworth, Keats o Mary Shelley) como gran difusor del verso blanco (métrica regular, pero sin rima), hasta el punto de rivalizar con Shakespeare. Supo conciliar el sentido renacentista de la belleza con la severa moralidad puritana y sus escritos, además de a nivel artístico, influyeron en otras facetas de la sociedad y la política, siendo, ejemplo, modelo de referencia para la Constitución de los Estados Unidos de América.