La vida de Jane Austen, una de las escritoras más relevantes de la literatura universal, es considerada por muchos normal y sin eventos extraordinarios. Pero es precisamente su aspecto cotidiano el que nos permite acercarnos más a su figura para entender las situaciones y personas que la inspiraron a crear las novelas que, después de más de 200 años, siguen editándose y ganando admiradores.
De la vida de Jane Austen solo conocemos una mínima parte debido sobre todo a que de las muchísimas cartas que escribió, solo unas cuantas nos han llegado porque su hermana se encargó de destruirlas, cumpliendo la voluntad de Jane. Tal desconocimiento ha dado lugar a varias teorías e hipótesis distintas, las cuales se apoyan tanto en las cartas que se conservan como en las biografías de sus familiares.
La infancia de Jane Austen entre libros e internados
Jane Austen nació el 16 de diciembre de 1775 en Steventon, un pueblo de Hampshire, condado de la costa meridional inglesa. Hija de Cassandra Leigh y George Austen, reverendo de la localidad, pertenecía a una familia de clase medio-alta, la llamada pseudo-gentry, la cual se relacionaba con la nobleza y gente acaudalada, aunque no poseía los recursos económicos suficientes para conseguir el estilo de vida al que aspiraba.
Como era habitual en muchas familias numerosas, transcurrió parte de su infancia (desde los siete a los once años) en dos internados junto a su hermana Cassandra, a la que siempre estuvo muy unida. A Jane no le costó mucho interesarse por los libros desde bien pequeña, pues en su familia el intelecto y la literatura eran considerados de gran valor. Sus padres habían transformado la rectoría en un internado informal en el que educaban a niños de familias adineradas y la casa contaba con una biblioteca de amplia oferta. Su padre, ávido lector de novelas, tuvo un papel relevante en su interés por este nuevo género que todavía suscitaba críticas y desconfianza. Además, parece que nadie le impedía acercarse a los libros de adultos, por lo que su gusto literario era bastante más maduro que el de sus coetáneos.
Una joven Jane amante de los bailes y la escritura
En la época en la que le tocó vivir a Jane Austen, las opciones de entretenimiento eran limitadas para una mujer. Por tanto, los eventos que destacaban en el día a día eran los paseos en compañía, las visitas a vecinos y amigos y los encuentros fortuitos. Estas actividades eran los únicos momentos de sociabilidad entre horas y horas pasadas leyendo, tocando el piano, realizando labores de costura o ayudando con las tareas domésticas.
Por este motivo, los bailes eran esperados con gran anticipación y expectación. Eran la ocasión para conocer gente nueva y, en el caso de las jóvenes, a un potencial marido. Como podemos percibir a través de las cartas dirigidas a Cassandra, a Jane le encantaba bailar y destacaba por ello. No fueron pocas las ocasiones en las que se quedaba hasta las dos, tres o incluso seis de la madrugada.
Los bailes no eran lo único con lo que disfrutaba la Jane adolescente, pues ya estaba empezando a escribir sus propios relatos que leía en las reuniones familiares y regalaba a sus amigos. Prueba de que el padre favoreció e impulsó su escritura fueron los tres cuadernos que le regaló, obsequio no muy barato considerando el coste del papel en la época. En ellos Jane escribió los tres volúmenes de obras cortas que ahora han sido reunidas en un libro y son conocidas como Juvenilia.
A los veinte años empezó dos de sus novelas más conocidas, Elinor y Marianne (posteriormente publicada como Sentido y sensibilidad) y Primeras impresiones (publicada como Orgullo y prejuicio). El padre intentó vender esta última a un editor, pero fue rechazada de inmediato. En esto años escribió también Susan, título que cambiaría a Catherine y que sería publicada de modo póstumo como La abadía de Northanger.
De la campiña inglesa a la ciudad de Bath
En 1801, la familia se mudó a Bath por decisión del padre. La ciudad era el destino de moda donde la gente iba de vacaciones o se alojaba durante un tiempo, atraída por las oportunidades de socializar que ofrecía gracias a las famosas Upper Assembly Rooms. Otro punto de interés eran sus baños termales, los cuales eran recomendados por los médicos en caso de sufrir un estado de salud débil y enfermizo.
A pesar del atractivo que se suponía debía cautivar a todos, parece que no logró convencer a Jane Austen. Acostumbrada a su rectoría rodeada de campos y largos caminos que recorrer, el ruido y la oscuridad de la ciudad no permitieron que sintiera Bath como su hogar. Asimismo, fue un gran cambio dejar de vivir en una casa para trasladarse a un apartamento más pequeño y con menos personal de servicio. Por otro lado, fue de gran inspiración para su imaginación, puesto que dos de sus novelas están parcialmente ambientadas en Bath, La abadía de Northanger y Persuasión.
Fue allí donde George Austen falleció en 1805, dejando a su mujer y a sus dos hijas solteras en una situación realmente precaria y desalentadora. No tenían una propiedad donde establecerse y contaban con una renta mínima. Una mujer soltera de clase medio-alta, a la que no se le permitía trabajar para ganarse la vida de forma independiente y que no había tenido la suerte de recibir una herencia de algún pariente rico, estaba condenada a depender de sus familiares.
En el caso de Jane y de su hermana Cassandra fueron sus hermanos Frank y Edward quienes tuvieron que encargarse de su mantenimiento. Pasaron un breve periodo en la casa del primero, en Southampton, antes de mudarse a la casa de campo de Chawton (en 1809), ofrecida por Edward, donde transcurrirían el resto de sus días. A pesar de su situación de dependencia, Jane no podía ocultar su felicidad por haber vuelto a su querido condado de Hampshire.
Jane se convierte en escritora publicada
Su nuevo hogar le ofreció la paz y tranquilidad que le permitieron dar rienda suelta a su escritura, la cual se había estancado en la caótica Bath. Aquí modificó y acabó obras empezadas en su juventud (Sentido y sensibilidad, Orgullo y prejuicio y Susan) y escribió novelas nuevas (Emma, Mansfield Park y Persuasión). Su lugar de escritura era una pequeña mesa en el salón, donde había bastante tráfico de personas, entre familiares, invitados y servicio.
Finalmente, después de muchos años intentando convencer a un editor para publicar sus novelas, Sentido y sensibilidad vio la luz en 1811. Agotó la primera tirada de 750 ejemplares y obtuvo algunas reseñas en periódicos, como The Critical Review y The British Critic. Jane, motivada por haber conseguido su sueño, se tomó muy en serio su trabajo y enseguida empezó a revisar Primeras impresiones, cuyo título cambió por el de Orgullo y prejuicio.
Al año siguiente vendió los derechos de Orgullo y prejuicio al mismo editor, Thomas Egerton, por 110 libras. Se publicó en enero de 1813 en tres volúmenes y en otoño del mismo año se imprimió la segunda edición. El mayor éxito de su segunda novela ayudó a la difusión de Sentido y sensibilidad, cuya segunda edición fue anunciada por el diario The Star.
Si bien Jane era la autora, su hermano Henry fue quien se ocupó de todas las gestiones y negociaciones con el editor. Asimismo, todas sus novelas fueron firmadas de manera anónima, con un simple “De una dama”. El motivo podemos encontrarlo en la disparidad entre géneros; resultaba vulgar que una mujer se dedicara al mundo editorial, a menos que su situación no le dejara otra opción. Pero también fue una elección propia porque no quería que su círculo de conocidos la relacionara con sus obras, aunque no tardaron demasiado en descubrirlo.
De esto podemos deducir que no le interesaba ser conocida; era la pasión pura que nutría por sus creaciones el motor de su ambición. En sus cartas hablaba de ellas como si fueran sus hijas y, como cualquier madre, deseaba que todo el mundo las viera y las apreciara. Incluso tuvo miedo al pensar que a alguien podría no gustarle su querida Elizabeth Bennet, protagonista de Orgullo y prejuicio, considerada por la crítica el personaje más similar a la personalidad de Jane.
«(Elizabeth) Es el ser más delicioso que ha aparecido jamás en papel impreso. Cómo voy a soportar a esos que no sienten ningún cariño por ella, no lo sé.» Jane Austen
En los años siguientes, a muy corta distancia, se publicaron Mansfield Park (1814) y Emma (1815); esta última con el editor John Murray, quien había recibido una recomendación por parte del redactor de la Quarterly Review. Además, incluye una dedicatoria al Príncipe Regente de Gales, quien se la había pedido en persona tras invitarla a su morada y expresarle su admiración por sus trabajos. Probablemente sea el primer fan oficial. Jane Austen se estaba convirtiendo en una escritora apreciada por sus lectores, quienes esperaban con expectación sus siguientes obras. En estos años la difusión de las novelas sobrepasó las fronteras británicas: Sentido y Sensibilidad se publicó en Francia y Emma llegó al continente americano.
Por desgracia, no pudo disfrutar de su éxito por mucho tiempo, pues en la primavera de 1816 empezaron los primeros síntomas de la enfermedad que la llevaría al lecho de muerte a sus 42 años, en 1817. Fue enterrada en la catedral de Winchester, cerca de Chawton, donde podemos encontrar una placa con una inscripción en su memoria.
De manera póstuma, se publicaron sus dos últimas novelas reunidas en un solo volumen, La abadía de Northanger y Persuasión, acompañadas por una nota biográfica de su hermano Henry, quien reveló el nombre de la autora.
Los amores de Jane Austen
Uno de los aspectos más investigados de su vida y que ha generado más especulaciones y teorías distintas es su vida sentimental. Lo poco que podemos saber con certeza procede de las misivas escritas por ella misma y de las versiones referidas por sus familiares. Una figura destaca entre todos y es la de Tom Lefroy.
Aunque la versión más romántica de un amor intenso y apasionado haya ganado seguidores, la realidad se acerca más a una breve relación de flirteo entre dos jóvenes. Tom, un irlandés que estudiaba en Londres para ser abogado, transcurrió un breve periodo en Hampshire, en casa de sus tíos, parientes de los Austen por parte de madre. Se conocieron durante un baile y se volvieron a encontrar en pocas ocasiones más. Un miembro de la familia Lefroy reconoció más adelante de que fue incitado a marcharse para evitar cualquier avance peligroso en su relación con Jane. El motivo fue puramente pecuniario: no podía permitirse casarse con una joven de familia sin recursos al tener a su cargo a su numerosa familia.
Pero su vida sentimental no acaba aquí. En las cartas menciona a varios pretendientes, sobre quienes bromeaba con Cassandra. Uno de ellos fue el reverendo Samuel Blackall, quien mostraba un “interés especial” en conocer mejor a la familia Austen y en provocar el mismo interés hacia él. Todo apuntaba a que pronto le haría una propuesta matrimonial, pero finalmente no llegó.
En la época de Bath fue cuando estuvo más cerca de contraer matrimonio. Ocurrió en una visita que las hermanas Austen hicieron a dos amigas suyas en la mansión Manydown Park. La propuesta llegó de parte de su hermano, Harris Bigg-Wither, y Jane aceptó, seguramente pensando más en su familia que en sí misma, pues su vínculo con los Bigg-Wither hubiese supuesto el fin de las preocupaciones y una vida serena y estable tanto para su hermana como para sus padres. Sin embargo, a la mañana siguiente rompió el compromiso y volvió con Cassandra a Steventon. La noticia alcanzó pronto a toda la familia, quien en los años venideros guardaría máxima discreción sobre el tema.
Una conclusión importante podemos sacar de esta historia y es que, a pesar de ser plenamente consciente de la gran oportunidad que estaba dejando atrás, Jane hizo un acto de gran valentía al dar prioridad a su libertad individual sobre su estabilidad económica y su reputación a nivel social. Pues a partir de entonces, a sus veintisiete años, sería una “solterona” de por vida, junto a su hermana, la cual no volvería a casarse tras el fallecimiento de su prometido Tom Fowle. Otro aspecto a tener en cuenta es su ambición persistente a poder ganarse la vida por sí sola gracias a su escritura, la cual sigue cautivando a miles de lectores por todo el mundo, convirtiéndola en un verdadero fenómeno cultural.
«Los hombres nos llevan ventaja por ser ellos quienes cuentan la historia. Su educación ha sido mucho más completa; ellos empuñan la pluma.» Jane Austen (Persuasión)